'Cascomio' Un relato de Juan Gallardo

CAS COMÍO 

 

Aterrizar en Almería después de año y medio al otro lado del charco. 

 

Dos besos que se hacen eco en las paredes,

los de mi madre. 

Dos que se hacen eco en el pecho,

los de mi padre.

Ese eco que deja todo lo que se te clava en el corazón.

 

Reencuentros,

mucho acento de Almería.

7 días sin finales de eses.

 

Cada mañana, mi madre deshacía totalmente mi cama, 

«por si las arañas», 

y mi padre me recordaba las limitaciones de mi imaginación

con un «no te puedes imaginar…»

seguido de un «cómo se portaron de bien con nosotros…»,

«la paliza que se dio tu madre arreglándolo todo para que vinieras».

 

2 entrevistas de radio,

que se acaban de enterar que escribo.

2 entrevistas en la tele,

que alguien se ha chivado de que sé un par de cosas de pedagogía.

 

La lagrimilla que se le escapó a mi padre

cuando una periodista le preguntó que qué pensaba de su hijo.

 

De fondo, en la emisora, ponían una canción de mi hija.

Delante, mi padre emocionado,

y yo manteniendo la compostura, coño.

 

¿Cómo has visto Almería?

 

17 cafés cortados,

una señora de aspecto indigente 

que cada mañana se tomaba un café en la Habana Cristal. 

 

Buscar el Sol del paseo marítimo una mañana,

darse cuenta de que amanece una hora más tarde que en Houston.

Sentarse en la oscuridad de un banco del Zapillo,

a esas horas que los españoles no entienden,

y los almerienses menos.

Ni el Sol madruga en estos lares.

 

Amigos.

Amigos de los de verdad,

y muchas palabras y afectos,

holas y despedidas

y «pienso volver pronto».

 

Reencuentros que ya saben a despedidas,

holas que suenan a adioses.

 

El Cable Inglés sobre el que ya se puede pasear,

el puente que me han robado,

que conectaba la estación de autobuses con el último tramo al mar.

El Toblerone no lo echo de menos,

el puente sí.

 

Las discusiones imaginarias con amigos invisibles,

las de mi padre cuando no encuentra adversario.

«Habrá quien diga que no tengo razón».

«Papá, estás hablando solo».

 

Y, por supuesto,

«¿Cas comío?»,

«¿Cómo has visto a tu madre?» y

«¿Es que estás aquí?» con cara de sorpresa ante de la evidencia de que, evidentemente, estás aquí.

 

Encontrarme notas de mi hija Marla en mi equipaje,

dentro de los calcetines,

recordándome lo mucho que me quiere,

lo orgullosa que está de mí.

 

Tres llamadas de mi hija Berenice gritándome «pollooooo», 

soltándome un «¿cas comío?» a su manera:

«Pollo, what did you eat today?».

 

Se pasan así los días hasta que llega el último,

el de las despedidas.

 

Dos besos ruidosos,

los de mi madre.

Los de mi padre hacen ruido por dentro. 

 

Un ratito entre los grandes volúmenes de aire que contiene Madrid.

Autobuses helados,

la Cibeles por la noche,

la Puerta de Alcalá,

mírala, mírala.

 

Una conversación con otro amigo que llevaba 25 años fraguándose. 

 

Y el eco

(el eco). 

El eco que sigue ronroneando cuando ya vas por esos aires.

 

 

***

 

Si te ha gustado y quieres más del autor, aquí tenemos la preventa de su nueva novela: AMOR FATI


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